Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100048
Legislatura: 1882-1883
Sesión: 11 de diciembre de 1882
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 7, 87-88
Tema: Rectificando al Sr. Duque de Veragua en el debate sobre política general.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): No me felicito, Sres. Senadores, de haber oído al Sr. Duque de Veragua, y me felicito con tanto mayor motivo, cuanto que en realidad está S. S. de acuerdo con la manera de ver del Gobierno en esta cuestión. Su señoría ha empezado por manifestar aquí el concepto que tiene de la Monarquía, que no es ni más ni menos que el concepto mismo que de ella tiene la mayoría del Senado, es decir, el partido liberal gobernante. Y precisamente por el concepto que de la Monarquía tiene el Sr. Duque de Veragua y por el concepto que tiene el Gobierno de la Monarquía, creemos que no es conveniente, y no quiero emplear otra palabra, sustituir la Constitución de 1876 por la de 1869, porque en realidad el concepto que S. S. tiene de la Monarquía excluye por completo los artículos 110, 111 y 112 de la Constitución de 1869. Aceptan, por consiguiente, el Sr. Duque de Veragua y sus amigos la Constitución de 1876, considerándola reformable en todo lo que se refiere al planteamiento de ciertas libertades en [87] su desarrollo, según el espíritu mismo de los principios proclamados por la revolución de Septiembre.

En este sentido, el Gobierno no puede oponerse a ese deseo; pero voy a manifestar una cosa al Sr. Duque de Veragua: que es innecesaria la reforma. ¿Para qué quiere reformarla el Sr. Duque de Veragua? ¿Para introducir en ella el principio de la soberanía nacional? No he visto una cosa más innecesaria: la soberanía nacional palpita por todos lados, se presenta en todos los artículos de esa Constitución, y me parece tan ocioso variar esa Constitución con sólo el objeto de consignar en ella el principio de la soberanía nacional, como si se consignase que a las doce del día se ve con la luz del sol. La soberanía nacional está en esa Constitución en todas partes, sin que haya necesidad de estamparla: si estuviera consignada, bien estaría; pero aunque no lo esté, no hace falta. En los tiempos que corremos, en la región de la política, consignar eso sería una cosa parecida al precepto que consignaron los legisladores de Cádiz en la Constitución de 1812, cuando decían que todos los españoles debemos ser justos y benéficos; en realidad, no hacía falta consignarlo. Pues bien estaría en la Constitución del 76 consignado el principio de la soberanía nacional; pero está tan universalmente reconocido y repartido en toda, que haría el mismo efecto el consignarlo, que la declaración que los legisladores de Cádiz escribieron en la Constitución de 1812.

Ha dicho el Sr. Duque de Veragua que podía ser motivo o base de concordia la Constitución de 1876 si el Gobierno dijera que la respetaba y no proponía otra por el solo hecho de encontrarla vigente. Pues eso es lo que he dicho siempre; no he dicho otra cosa. ¿La Constitución de 1876 está vigente? Pues esa es la Constitución de los españoles; con tanto mayor motivo, cuanto que no se opone al desarrollo de ninguna de las libertades que el Sr. Duque de Veragua, lo mismo que nosotros, desea. Pues si no se opone al desenvolvimiento de ninguna libertad de las que S. S. y nosotros deseamos, y al mismo tiempo es la Constitución vigente, ¿para qué, por qué y por quién se ha de variar? Y es, pues, el Sr. Duque de Veragua cómo estando completamente de acuerdo S. S. y yo, resulta que está establecida la base de una gran concordia y de una gran conciliación, que el Gobierno desea y que deseamos todos. Que el partido liberal se fortifique, que ensanche su esfera de acción, que se agrande. ¿Qué mal puede haber en ello? Ninguno, ni tal cosa sería en daño del partido conservador, sino para su bien. Cuanto más grande sea el partido liberal, más grande será el partido conservador, y más fácil nos será, al partido conservador y al liberal, llevar adelante la carga de gobernar el Estado, que es carga muy pesada para que puedan sostenerla partidos débiles. Seamos fuertes todos y podremos fácilmente hacer una buena armonía la prosperidad de la Patria. [88]



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